Ya regrese.
Tengo la impresión de que este lugar se vuelve cada vez más pequeño, cierro los ojos intentando imaginar que hay un horizonte, y no solo las cuatro paredes que me encierran.
En mi mente, veo lo que debe ser un infinito espacio, lleno de estrellas, que semejan diabólicas esferas de fuego, siento la brisa de las alturas, el frió entume mis manos, empiezo a ser libre. Ahora abro los ojos, estoy andando el gran pasillo, las paredes acolchadas ya no están mas, debo evadirme, cierro los ojos y estoy en la cima de una montaña coronada por nieve blanca, que poco a poco se torna roja, súbitamente regreso a esta realidad y hay un sacerdote que esta sentado frente a mi, -No, no me arrepiento- necesito descansar.
De regreso a los muros acolchonados.
Esta noche tengo que escapar, esta noche tengo que volar, otro viaje para la mente, la montaña desaparece abruptamente debajo de mis pies y estoy dentro de la vieja oficina del tío Hebert, situada en la planta alta de la fabrica, tal como la vi la ultima vez, solo que ahora las paredes parecen un poco oxidadas y los andamios parecen muy inseguros, al andar, solo escucho el hueco y monótono sonido de mis pisadas, debo cruzar el primer andador y estaré fuera de aquí, extrañamente el andador me parece mas largo que el día que arrastre el cuerpo de ese obrero por aquí, empiezo a sentir el cansancio y este maldito andador no termina, poco a poco se empieza a transformar en el gran pasillo que debo andar por ultima vez, mi espalda es acariciada por la delgada mano que te provoca el escalofrió, debo regresar, el pasillo se empieza a alargar al infinito, no puedo encontrar la oficina, debo volver, debo despertar.
Al borde de la locura y la desesperación descubro una débil luz que me muestra la entrada a la caja de seguridad de la fábrica abro la puerta que pareciera no existir en el muro, la maldita escena se repite, veo a ese tonto obrero contando unos billetes antes de meterlos a la bolsa del overol, el viejo Herbert, sentado en una silla con la mirada postrada al vació como cuando solía embriagarse en horas de oficina, solo que esta vez tiene un martillo encajado en el cráneo, rápidamente en la pared de enfrente se dibuja una puerta, esta se abre y entro yo, solo que parezco unos cuantos años mas joven, por un segundo cruzamos nuestra mirada, al parecer no me puedo percibir tan fácilmente en dos realidades distintas, el obrero deja caer un fajo de billetes capaz de atragantar un caballo y se gira sobre sus talones, antes de que pueda decir algo veo el terror reflejado en su rostro, una mueca descompuesta anunciando el momento en que una bala le perfora la base del cuello, la sangre brota en cascada por la herida lo cual, si no recuerdo mal, fue lo que me impulso a meterle 5 balas en la cabeza, al tiempo que gritaba como un poseído -¡es mi fortuna ahora, maldito cerdo!- claro que lo volvería a hacer.
Desesperación y una condena corta recluido en un hospital psiquiátrico, alegue demencia, se la tuvieron que tragar al encontrar en el basurero unas enormes bolsas que contenían, según versa el reporte:
“Dos cuerpos en estado de descomposición, hasta el momento no identificados, sin cabeza, sin manos ni pies, al parecer los cortes se han hecho con un objeto muy poco afilado y oxidado, se desconoce el paradero de las partes restantes”.
Nada podía salir mal, regreso a ese momento, a esa inmunda oficina llena de sangre y vuelvo a encontrar la maldita razón de que yo, el de “el plan perfecto”, tenga que recorrer el gran pasillo de nuevo y ahora si en forma definitiva.
Como tantas veces lo he hecho, me pregunto ¿como fue que no vi a esa maldita y escurridiza jovenzuela de la limpieza espiando todo desde el armario?, jamás repare en esas diminutas pantaletas debajo del escritorio del viejo, solo era una niña, maldito degenerado, seguramente su padre, el estupido obrero la vendió a un buen precio, de haberlo sabido antes, mi mano no hubiera titubeado al jalar el gatillo. Despierto de nuevo y estoy frente a la pared ya es hora y los verdugos están a solo 5 metros de mi, dada mi posición social he pedido como ultima voluntad ser despachado como en los tiempos de mi abuelo, en el paredón (soy un maldito excéntrico) ahora si, mi escapatoria y mi gran final, cierro de nuevo los ojos y me veo en la cima de la montaña enterrando un par de cabezas y cuatro pares de extremidades en el cementerio familiar, que ahora esta totalmente cubierto por la nieve, la cara del viejo miserable recibe la primera paletada de tierra, de verdad disfruto este momento y rió a carcajadas, esto no impide que sienta mi cuerpo desgarrado por decenas de balas que penetran mi carne y me obligan a mirar al frente en donde solo puedo ver los ojos llorosos de una niña sin pantaletas que observa el asesinato por la rendija de un armario.
En mi mente, veo lo que debe ser un infinito espacio, lleno de estrellas, que semejan diabólicas esferas de fuego, siento la brisa de las alturas, el frió entume mis manos, empiezo a ser libre. Ahora abro los ojos, estoy andando el gran pasillo, las paredes acolchadas ya no están mas, debo evadirme, cierro los ojos y estoy en la cima de una montaña coronada por nieve blanca, que poco a poco se torna roja, súbitamente regreso a esta realidad y hay un sacerdote que esta sentado frente a mi, -No, no me arrepiento- necesito descansar.
De regreso a los muros acolchonados.
Esta noche tengo que escapar, esta noche tengo que volar, otro viaje para la mente, la montaña desaparece abruptamente debajo de mis pies y estoy dentro de la vieja oficina del tío Hebert, situada en la planta alta de la fabrica, tal como la vi la ultima vez, solo que ahora las paredes parecen un poco oxidadas y los andamios parecen muy inseguros, al andar, solo escucho el hueco y monótono sonido de mis pisadas, debo cruzar el primer andador y estaré fuera de aquí, extrañamente el andador me parece mas largo que el día que arrastre el cuerpo de ese obrero por aquí, empiezo a sentir el cansancio y este maldito andador no termina, poco a poco se empieza a transformar en el gran pasillo que debo andar por ultima vez, mi espalda es acariciada por la delgada mano que te provoca el escalofrió, debo regresar, el pasillo se empieza a alargar al infinito, no puedo encontrar la oficina, debo volver, debo despertar.
Al borde de la locura y la desesperación descubro una débil luz que me muestra la entrada a la caja de seguridad de la fábrica abro la puerta que pareciera no existir en el muro, la maldita escena se repite, veo a ese tonto obrero contando unos billetes antes de meterlos a la bolsa del overol, el viejo Herbert, sentado en una silla con la mirada postrada al vació como cuando solía embriagarse en horas de oficina, solo que esta vez tiene un martillo encajado en el cráneo, rápidamente en la pared de enfrente se dibuja una puerta, esta se abre y entro yo, solo que parezco unos cuantos años mas joven, por un segundo cruzamos nuestra mirada, al parecer no me puedo percibir tan fácilmente en dos realidades distintas, el obrero deja caer un fajo de billetes capaz de atragantar un caballo y se gira sobre sus talones, antes de que pueda decir algo veo el terror reflejado en su rostro, una mueca descompuesta anunciando el momento en que una bala le perfora la base del cuello, la sangre brota en cascada por la herida lo cual, si no recuerdo mal, fue lo que me impulso a meterle 5 balas en la cabeza, al tiempo que gritaba como un poseído -¡es mi fortuna ahora, maldito cerdo!- claro que lo volvería a hacer.
Desesperación y una condena corta recluido en un hospital psiquiátrico, alegue demencia, se la tuvieron que tragar al encontrar en el basurero unas enormes bolsas que contenían, según versa el reporte:
“Dos cuerpos en estado de descomposición, hasta el momento no identificados, sin cabeza, sin manos ni pies, al parecer los cortes se han hecho con un objeto muy poco afilado y oxidado, se desconoce el paradero de las partes restantes”.
Nada podía salir mal, regreso a ese momento, a esa inmunda oficina llena de sangre y vuelvo a encontrar la maldita razón de que yo, el de “el plan perfecto”, tenga que recorrer el gran pasillo de nuevo y ahora si en forma definitiva.
Como tantas veces lo he hecho, me pregunto ¿como fue que no vi a esa maldita y escurridiza jovenzuela de la limpieza espiando todo desde el armario?, jamás repare en esas diminutas pantaletas debajo del escritorio del viejo, solo era una niña, maldito degenerado, seguramente su padre, el estupido obrero la vendió a un buen precio, de haberlo sabido antes, mi mano no hubiera titubeado al jalar el gatillo. Despierto de nuevo y estoy frente a la pared ya es hora y los verdugos están a solo 5 metros de mi, dada mi posición social he pedido como ultima voluntad ser despachado como en los tiempos de mi abuelo, en el paredón (soy un maldito excéntrico) ahora si, mi escapatoria y mi gran final, cierro de nuevo los ojos y me veo en la cima de la montaña enterrando un par de cabezas y cuatro pares de extremidades en el cementerio familiar, que ahora esta totalmente cubierto por la nieve, la cara del viejo miserable recibe la primera paletada de tierra, de verdad disfruto este momento y rió a carcajadas, esto no impide que sienta mi cuerpo desgarrado por decenas de balas que penetran mi carne y me obligan a mirar al frente en donde solo puedo ver los ojos llorosos de una niña sin pantaletas que observa el asesinato por la rendija de un armario.
1 Comments:
Buen regreso, excelentemente bueno!
Dedícate a esto quieres?
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