El Zaar de las gomitas. Cap. I

Capitulo uno

En el asiento trasero de un Camaro ‘85, se encontraba la única pista que en ese momento tenía para dar con el paradero del maletín que había desaparecido de la camioneta de Mirsha –Conocido traficante de gomitas aciduladas-, lo que había en el asiento trasero era una mujer de aproximadamente 26 años de edad, tez morena, cabello rizado, ojos rasgados, 1.65 de estatura, unos 58 Kg. de peso, boca carnosa, piernas largas, hermoso rostro y un puñal de 30 cm. clavado en el lado izquierdo de la espalda, entre la 6ª y la 7ª costilla en un ángulo de 45º, justo en el corazón, obviamente el trabajo de un profesional.

Al llegar al número 45 de la calle de moneda en el centro histórico, había bajado al “testigo” del auto, trabajosamente subí cada uno de los ruinosos escalones que llevan a la casucha destartalada que considero como mi hogar, en el segundo piso de aquella vieja y abandonada vecindad, no sin antes tener la vigésimo sexta discusión del mes acerca de la puntualidad en el pago de la renta, discusiones que sé que no tardarán en provocarle a doña Jacinta, mí casera, un buen ataque al corazón. –Pero doña Jazz (¿por que le gustara que la llamen así? Vieja hija de la chingada) le juro que en cuanto me llegue ese dinerito del gabacho le pago esta renta, solo aguánteme con los otros 2 meses que le debo, ando sobre algo grande- Doña Jacinta, mujer viuda de 65 años, sin hijos y además con una vena chingativa capaz de desesperar al mismísimo padre Chinchachoma, lleva más de 25 años lidiando con gente morosa, así que solo contraatacó con un displicente -¡Ay mijo! Si nada más por que eres un buen muchacho, pero ya deberías encontrar un buen empleo y dejar de tomar, eso no te lleva a nada bueno.- ¿Quien se cree esta pinche anciana hija de puta? Como me gustaría darle una patada en esas pequeñas y arrugadas nalgas, y dejarla rodar por las escaleras. En fin –Si doña Jazz en eso ando, precisamente en eso ando.-

Después de depositar en el sucio suelo de mi apartamento de 2 x 2 a “fiambredemamirriqui”, es momento de destapar una Victoria (la cerveza de México). Paseando por el diminuto espacio (dando dos pasos y de regreso) reviso poco a poco la correspondencia. Hay estados de cuenta, avisos de embargo, ofertas de supermercado, una invitación para ser suscriptor de El Universal y una carta de rechazo de mi solicitud a Harvard, -Diablos, otra vez esos desgraciados, hijos de su putisima y elitista madre, ¿no se dan cuenta de mi capacidad? ¿Creen que pueden seguir pisándome las pelotas eternamente?, ¿Cuando entenderán que yo no leo El Universal a mi me gusta el Esto?, chingada madre.- Dada mi decepción, no me queda mas que encender un cigarrillo (Camel, por supuesto), después de pelearme con el estúpido encendedor Zippo que no tiene la educación de quedarse en mi mano o al menos encender cuando yo lo deseo, le doy dos grandes caladas al cigarrillo, toso, lo pongo en mis labios y entro en carácter, abro la bolsa negra que contiene los restos de lo que otrora fue una escultural mujer, mi mirada se queda fija en sus labios, abundantes, ahora de un color un poco azulado, pienso que debió haber sido una estupenda amante, y la pregunta obligada: ¿Acaso el Mirsha se la estaría tirando? Le doy una larga chupada al cigarrillo intentando apartar esa horrenda imagen de mi mente, -El Mirsha montando a este espécimen de mujer, imposible, simplemente imposible-, trato de buscar una señal que me guié a la identidad de la muertita, que me de al menos un indicio de que es lo que la conecta con el robo del maletín del Zaar de las gomitas. De pronto unos ruidosos golpes en la puerta rompieron mi concentración y ¿por que no aceptarlo? también me hicieron pegar un brinquito del susto además de sacarme un pedo. Después de proferir una mentada de madre y eructar acidito por la chela me incorporo y de dos grandes zancadas llego a la puerta y con voz firme y mucha educación pregunto: ¿Qué chingados quiere? Al otro lado de la puerta pude reconocer la voz del Magalo, que con una voz que me hizo recordar a Joselito me decía: Winnie, Winnie, ya valimos madre, Winnie . –Que la chingada, sabes que me emputa que me digan Winnie- Esta bien, Pooh, ya valimos verga. Ya descubrí quien es la muertita y neta que no te la vas a acabar, no mames, no mames, ¡noooo maaaaameeees!

No se pierda el día de mañana, o la semana próxima o tal vez en el mes de enero de 2006 la continuación de esta bella historia de amor y desamor.